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A 50 años de la tragedia de los Andes

Octubre 13, 2022

 

 
 

Gustavo Zerbino y Carlos Páez viajaban en el avión de la Fuerza Aérea Uruguaya que se accidentó en la Cordillera el 13 de octubre de 1972 y cuentan su experiencia de solidaridad y resiliencia. El 23 de diciembre, 72 días después de la caída de la aeronave, 16 de los 45 pasajeros pudieron ser rescatados.

 

Zerbino suele contar que murió “dos veces” en la Cordillera y otras tantas volvió en sí. “Yo venía en un avión volando y cantando pero con un miedo muy grande porque percibía que el avión se iba a caer. Un segundo antes del primer golpe me saqué el cinturón. Cuando se partió el avión yo sentí que estaba en otra dimensión, muerto. Y en ese estado de conciencia pensé: ‘¡es verdad, hay vida después de la vida! Pero una gota de un líquido del aire acondicionado me pegó en la frente y abrí los ojos. Cuando doy un paso atrás, me caigo en la nieve hasta la cintura y me doy cuenta que estaba parado en el borde de la línea donde se rompió el avión, que el asiento donde yo había estado sentado había desaparecido y que si me hubiera quedado ahí estaría muerto”, contó a Télam.


Los sobrevivientes a punto de ser rescatados
 
Los sobrevivientes, a punto de ser rescatados.

“Esa fue la primera vez que pensé que había muerto, la segunda fue la avalancha”, agregó.

Con el transcurso de los días, el grupo fue fortaleciéndose en la idea que la única manera de salir de allí era atravesando los cerros en dirección a Chile para pedir ayuda.

Fernando Parrado -que había perdido a su hermana y a su madre en el accidente- y Roberto Canessa fueron los designados para esa travesía que rindió sus frutos cuando a los 10 días de esforzada caminata se encontraron, río de por medio, con un arriero chileno.

Telam SE
 


“Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace diez días que estamos caminando. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. Estamos débiles ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, no podemos ni caminar”, escribió Parrado en el papel adosado a la piedra que le arrojó al vaqueano Sergio Catalán, ante la imposibilidad de comunicarse a los gritos por el ruido del curso de agua que los separaba.

Para el 23 de diciembre, ya todos los supervivientes habían sido rescatados en helicóptero y Zerbino fue uno de los últimos en abandonar el lugar del accidente porque se tomó el tiempo de recolectar objetos personales de los fallecidos para entregárselos luego a sus familiares.

“Durante 30 días fui casa por casa a llevarle a cada madre, a cada novia un reloj, una cadena, una cruz, una cédula, una bufanda, un gorro de ese amigo maravilloso que no pudo volver, porque pensé que para poder hacer el duelo ellos tenían que estar con algo que los represente”, describió Zerbino.

Telam SE
 


Los restos de 28 de los 29 fallecidos en la tragedia, descansan en el lugar al que los supervivientes pudieron volver recién 30 años después. Desde entonces han vuelto individualmente o en grupo más de una docena de veces.

El enorme atractivo que genera aún esta historia se traduce no sólo en las excursiones de trekking, sino en los 14 libros, la decena de películas y el museo montevideano dedicado a este episodio.

La mayoría de esos libros fueron escritos por los propios sobrevivientes, muchos de los cuales se dedican hoy a dar conferencias motivacionales.

“A veces me preguntó por qué es tan importante y creo que es porque se trata de una historia extraordinaria protagonizada por gente común que pudimos demostrar lo que el ser humano puede, y que por eso es atemporal”, afirmó Páez.

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